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APEC: Lima y el Perú eran una fiesta

“ven a jugar a que somos un país/ de verdad...”

Los Prisioneros

Publicado: 2016-11-22


La realización de la cumbre de la APEC ha pretendido convertirse en ocasión perfecta por quienes nos gobiernan y ejercen el poder de mostrarnos que estamos caminando derechito al primer mundo, que el 2021 fecha del bicentenario de nuestra independencia, alcanzaremos a ser miembros de la OCDE. Altisonantes discursos acerca de los impactos que generan el libre comercio y la relación establecida con las principales economías del mundo, de las grandes oportunidades de inversión que se avizoran ya que después de más de dos décadas de neoliberalismo nos hemos convertido en un país de verdad. 

Esto contrasta con acontecimientos que vemos estos días, desde el triunfo de Trump, magnate racista y xenófobo convertido en presidente estadounidense gracias al voto de un importante sector de la población de su país molesta con las instituciones y con una economía que los ha empobrecido, hasta el incendio en el símbolo de la modernización limeña como es Larcomar donde mueren cuatro trabajadores por el sistema bamba contra incendios de los cines UVK.

Mientras ocurre esta desgracia otros pequeños incendios están instalados sin que eso signifique que el modelo esté, ni mucho menos, en cuestión. Hay algo de pan aún y circo tenemos de sobra. No alcanza por ello que una zona importante de la ciudad haya visto desaparecer por efecto de las llamas de fuego un asentamiento en el que viven shipibos conibos hace varios años en condiciones precarias ante la indolencia y los negociados oscuros de las autoridades limeñas. Tampoco que hace cuarenta días en Saramurillo medio centenar de comunidades lleven a cabo el bloqueo del río Marañón debido a que se hartaron de los derrames de petróleo y las enfermedades que provocan en las comunidades indígenas.

Un sector de liberales afirma que en el Perú el problema es que hay una fobia hacia las regulaciones, una permanente apuesta por la informalidad y por tanto el problema es de instituciones que requieren resolver las insuficiencias del mercado. Sin embargo, otro incendio parece indicarnos que la cosa es diferente. En el distrito de Machupicchu, centro turístico por antonomasia, se ha suspendido el paro indefinido contra Perú Rail, empresa que se beneficia del monopolio y del hurto privatizador legado del fujimorismo privando a los locales de transporte decente.

El problema en nuestro país no es solo que no funcionan las instituciones. La desregulación laboral y ambiental no resulta solo de una fobia a lo estatal de las élites, sino expresión del ejercicio de su poder que apunta a mantener sus privilegios, de sostener sus ganancias. Basta ver el nivel de elusión y evasión fiscal, los beneficios tributarios que han favorecido a las grandes empresas impidiendo que el Estado obtenga ingresos que bien podría ayudar a resolver la deficitaria provisión de servicios como la salud o la educación, mientras los pequeños negocios son perseguidos y cerrados.

La forma en que están “organizadas” las cosas expresan una correlación de fuerzas que solo la puede cambiar una fuerza política social de cambio que canalice y le dé forma de proyecto a ese malestar social que se incuba y estalla de vez en cuando, que solo llama nuestra atención cuando se producen tragedias. Mientras, preferimos tranquilizarnos, cegarnos, jugar a que somos un país de verdad. Estos días de la Cumbre APEC, Lima está más insoportable que nunca, con los policías que uno nunca ve, llenando las calles, con el tráfico inaguantable de una caótica ciudad que pretende ser el símbolo, a través de un disfraz, de que somos un país de verdad.


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