Tras la traición humalista, la hegemonía cultural y política la tienen a no dudarlo las derechas. Cuando fracasa una avanzada transformadora, el contragolpe reaccionario es grande. La transformación implica para los ciudadanos corrientes poner en juego lo poco que tenemos en términos de seguridad y subsistencia. Al frustrarse ese esfuerzo volvemos a lo malo conocido, a la restauración o aceptación de lo cuestionado. Así parece ocurre hoy que tenemos un débil gobierno de derechas y un legislativo donde el fujiaprismo tiene mayoría, donde los poderes fácticos siguen actuando para garantizar la reproducción del statu quo, aún a pesar de los evidentes límites del actual modelo económico y político. 

De esta manera, las derechas y particularmente la más reaccionaria, imponen su interpretación de la historia vivida y la memoria de lo pasado que actúa sobre el presente legitimando su poder y atacando a cualquier adversario que considere políticamente estratégico. El fujiaprismo, frente a un ejecutivo débil y usando como plataforma principal el congreso, va copando diversos espacios del Estado, como la defensoría del pueblo, el BCR, la SUNAT. Lanza además una ofensiva política retomando actos proselitistas como ocurrió con la reciente aparición de Keiko Fujimori. Y, tal vez aún más importante, lanza una campaña claramente contra el Frente Amplio, por ahora el antagonista más claro del modelo, buscando identificarlo con el régimen venezolano y estigmatizarlo con el sambenito del terrorismo.

Primero fue la campaña dirigida contra el gobierno venezolano y de apoyo a la oposición de ese país. Esta campaña tenía evidentemente entre sus objetivos arrinconar a la representación frenteamplista en el congreso y obligarla a condenar en sus términos al régimen de Maduro o tacharlos de defensores de dictaduras. En la campaña electoral la gran prensa buscó hacer lo mismo con el Frente. No daban lugar a una discusión seria, a ver la complejidad de la situación, o era democracia o era dictadura, o estabas con el gobierno o estabas con la oposición, olvidando que celebró (la derecha) el golpe de Estado de Carmona Estanga contra el gobierno de Hugo Chávez elegido legítimamente por el pueblo venezolano. Ya en parlamento, siendo un frente de fuerzas diversas donde hay posturas matizadas, el FA no tuvo reflejos para sentar rápido una posición.

Ahora asistimos a una campaña orientada a estigmatizar al Frente Amplio como un espacio de terroristas. Los medios nuevamente operando como en la campaña para lograr este objetivo. Esto, utilizando una publicación primero, y ahora proponiendo como moneda de cambio de la muerte civil a los corruptos con la cual los fujiapristas se sienten aludidos, la muerte civil a los terroristas, con lo que supuestamente el Frente Amplio se tendría que dar por aludido.

Como dicen, la historia por lo general la hacen los vencedores, o los que tienen el control de los medios. Imposible se hace, en medio del propio desorden, y lamentables disputas a la interna del Frente Amplio, abordar estas discusiones de manera seria y pugnar por una lectura e interpretación de la realidad y de la historia distinta a la hegemónica. Estamos en un medio cada vez más asfixiante para lecturas críticas de la realidad y de nuestra historia y todo se maneja de acuerdo al burdo marco que nos imponen, frente a la impotencia de la única oposición posible, es decir de la oposición de izquierdas.

Cabe decir que las fuerzas mayoritarias del Frente reivindican su impronta democrática recordándonos que la democracia que tenemos y que conquistamos tantas veces fue en gran medida resultado de la lucha de las izquierdas y el movimiento popular, y que fue la derecha la que más golpes efectuó y que a sangre y fuego se impuso en el país para sostener regímenes autoritarios y excluyentes haciendo de la democracia una excepción de nuestra historia. Igualmente el FA ha hecho su deslinde claro con cualquier opción armada, violentista y terrorista, desde sus orígenes. Es desde esa perspectiva que siempre se ha articulado su propuesta y su lectura de las cosas.

Identificarse con el movimiento popular venezolano (lo que no implica necesariamente identificarse con el gobierno), o defender el derecho de todos a poder expresarse particularmente de una manera autocrítica sobre lo vivido en el país en la época del terrorismo (subversivo y del estado) no la hace ni Madurista, ni pro-terrorista como propagandiza el fujiaprismo cavernícola. Ojalá el Frente y sus componentes comprendan como decía Walter Benjamin que “El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”