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Un Ojo que llora y un Ojo Zurdo para no quedarnos ciegos.

Publicado: 2016-11-07

El primero de noviembre asistí a una reunión anual que se realiza en el vilipendiado “Ojo que llora”, monumento erigido para expresar el dolor y la muerte vividos en nuestro país debido al llamado conflicto armado interno. Como es sabido por todos, en este se hizo uso de métodos terroristas, tanto desde quienes se levantaron en armas contra el estado como desde el propio estado. Decimos vilipendiado porque en nuestro país siempre que se alude o se quiere hablar de las víctimas de esta tragedia, saltan quiénes afirman que se hace defensa de los terroristas, negando la posibilidad de comprender lo vivido y de encontrar justicia y verdad.  

En este evento me enteré que Leonor Saire Marcavillaca, viuda de un suboficial del Ejército asesinado por senderistas en marzo de 1991, fue elegida para presidir la Junta Directiva de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Víctimas de la Violencia Política (CONAVIP). Este hecho es muy importante porque acerca a los familiares de los que fueron víctimas del terrorismo de estado y de los que lo fueron del terrorismo subversivo.

Por otro lado, la semana pasada se desató una campaña contra la Revista “Ojo Zurdo” de la que soy miembro del Comité Editorial. Esa campaña, que no tiene otro objetivo que dañar al Frente Amplio y a algunos de sus dirigentes a los que se asocia a dicha revista, mostró a través de reportajes la supuesta cercanía del Frente a un ex cabecilla emerretista, haciéndolo articulista principal si no propietario de la misma y que sirve de plataforma para el relanzamiento de un proyecto “terrorista”.

Lo cierto es que en Ojo Zurdo, es una revista definida claramente socialista, un artículo entre treinta dirigidos a reflexionar de manera bastante crítica sobre los llamados gobiernos progresistas en América Latina, es de Alberto Gálvez Olaechea, intelectual y escritor que purgó veinte años de cárcel, quién pidió perdón al país por lo que implicó el proyecto del cual participó, e hizo como ya lo han dicho varios, una de las autocríticas más claras a la llamada “lucha armada” en la que se embarcaron muchos miembros de su generación.

Esto desató la histeria de la derecha cavernaria fujimorista y del remedo de intelectual y periodista Aldo Mariátegui. Igualmente la crítica de amigos liberales que por enésima vez quieren dar lecciones de qué tipo de izquierda les gustaría a ellos exista, considerando que debe ser una que no mire atrás, seguramente escondiendo bajo la alfombra a los Gálvez. Ese deseo de muchos de olvidarnos, que no miremos, obvia que a pesar de lo que hagamos seguimos viviendo las secuelas de uno de los conflictos internos más brutales de nuestra historia, lo que se evidencia en: la vigencia del fujimorismo, perpetrador de violación a los derechos humanos y que hoy co-gobierna el país; que siguen muriendo cientos de personas por protestar en democracia; y que hay quienes andan pidiendo no verdad y justicia, sino impunidad y amnistía como Abimael Guzmán y Alberto Fujimori, mientras que miles de peruanos como los de la CONAVIP siguen llorando a los suyos y exigiendo justicia.

Dice Slavoj Zizek que estamos construyendo sociedades que detrás de la corrección política y la obsesión por evitar experiencias traumáticas al ver la verdad, deciden silenciar las brutalidades de las que somos capaces (o convenientemente de las que “otros” son capaces), y confinarnos a burbujas que nos garantizan que esas brutalidades queden fuera, no nos afecten, no nos relacionemos con ellas, atrincherándonos en nuestras individualidades. Con ello, impidiendo que resolvamos y encaremos problemas que son en realidad comunes a todos.

Este parece ser el comportamiento de quiénes simplemente quieren cerrar esta dura experiencia en nuestra historia con la histeria, la negación o el olvido, que no se reviente la burbuja del éxito neoliberal y de nuestra precaria democracia. Pero, además, pretenden que un proyecto de cambio, radicalmente democratizador, y de izquierdas, puede hacerse desde ese correctismo político. Las izquierdas y el país en su conjunto deben encarar la tragedia que fue hechura de todos: de los que fueron sus principales protagonistas, de sus víctimas e incluso de los que prefirieron hacerse de la vista gorda o no mirar. Felizmente no nos hemos quedado aún ciegos, y lloramos y exigimos justicia con uno de nuestros ojos y el otro, el zurdo, nos sirve para ir oteando como construimos una sociedad democrática, sin exclusiones y burbujas, donde una nueva guerra entre peruanos sea un imposible.


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